De coches y personas

tumblr_mpgxh55KUo1r868elo1_500

Siempre he sido muy observador. O muy cotilla, según se mire. Me doy cuenta de pequeños detalles que al grueso de la población le pasan inadvertidos. Y eso, de pequeño, era un gran problema porque, al mismo tiempo que observaba, me convertía en juez, ya que nadie podría explicarme aquello tan fugaz que acababa de ver y que ya no existía en la línea visual de los que resolverían mis enigmas.

Me acuerdo todavía de todas aquellas veces que ibamos los 4 en el coche siguiendo el orden jerárquico de la familia: Padre, conductor; Madre, Copiloto; Primogénito varón, asiento trasero detrás del conductor; Hijo menor, asiento trasero detrás del copiloto. No sé si será así en todas las familias, al menos en la mía era así. Bueno, a lo que ibamos: me acuerdo de esos cortos trayectos que separaban nuestra casa de la de mis abuelas, trayectos de domingo en los que todo parecía en calma y no había más cosas en las que fijarse que en los coches. Coches parados junto a nosotros en un semáforo, coches aparcados, coches aparcando, coches en movimiento, en fin, coches de todos los tipos y colores. Pero no todo era observar, y a veces, según mi humor y estado de ánimo, incluso interactuaba con los demás coches saludando a sus ocupantes con la mano. Si había suerte, hasta me devolvían el saludo. No obstante, en lo que a observar se refiere, me fijaba mucho en las matrículas (especialmente si tenían números raros) y en el exterior del coche, sobre todo, si esos coches estaban marcados de alguna forma por rascones, puertas pintadas de negro, o abolladuras por culpa de columnas que aparecían de repente donde no tocaba.

Hoy, mientras conducía y esperaba en uno de esos semáforos en rojo, he visto un coche a mi derecha con rasguños en el lateral, y delante de él otro con un golpe en la parte trasera. No sé por qué, pero me he acordado de aquellas tardes de domingo (como hoy) en las que también solía ver coches abollados y con rasguños. Me ha venido a la mente lo que pensaba entonces al verlos. Yo creía, -inocente de mí-, que esas personas que conducían esos coches tarados era gente poco cuidadosa a la hora de aparcar y conducir (incluso en su forma de vivir), que lo hacían todo a lo loco y con prisas, y que, seguramente, se lo tenían merecido porque «si haces las cosas bien no te pasarán cosas malas». Creía que la vida era así de simple. Qué ingenuo, vaya. Qué juez más estricto también.

Hoy, sin embargo, y después de haber sufrido yo mismo un alcance con mi coche hace unos años, el pensamiento ha sido bastante diferente. El haber sufrido un golpe y que el coche haya quedado marcado de por vida me ha puesto en el lado de los «a lo loco», y he comprendido todo. Yo también estaba siendo juzgado ahora por niños como yo, incluso por otros conductores, sin poder explicarles las vueltas que llega a dar la vida. He empezado a imaginarme las razones de los rasguños y abolladuras de los demás coches, y las razones por las cuáles no habían querido/podido arreglarlos. Eran tantas y tan diversas que en algunas habré acertado. En la mayoría, no.

La vida da tantas vueltas… que es demasiado fácil juzgar sin tener ni puta idea de nada. Demasiado fácil abrir la boca y hablar por no callar.
A mis 27 años me he tenido que dar cuenta una tarde de domingo en un semáforo en rojo que no es malo estar marcado, que toda marca guarda su historia detrás, y que debemos saber de donde venimos, para tener más claro hacia donde podemos o queremos ir. Unos ocultarán esas marcas, otros las lucirán con orgullo (o al menos sin ningún tipo de vergüenza). Ambas opciones son totalmente respetables.

Y es que los domingos se están convirtiendo últimamente en uno de mis días favoritos de la semana. El día que aprendo las cosas importantes de la vida, porque sólo necesitamos estar para ser 😉

Deja un comentario